Un día YACÍ la luna, quiso conocer de cerca la tierra. Le pidió a su amiga ARAÍ, la nube rosada del atardecer que la acompañara y juntas convertidas en dos hermosas muchachas bajaron y comenzaron su paseo por la selva.
Por primera vez podían caminar por la hierba fresca, escuchar el canto de los pájaros, sentir el perfume de las flores y verse reflejadas en las aguas cristalinas del río. ¡Todo era maravilloso!
De pronto de entre la espesura de los árboles apareció un YAGUARETÉ dispuesto a atacarlas.
YACÍ Y ARAÍ quedaron inmóviles frente al feroz animal. En ese mismo momento, un viejo cazador GUARANÍ se paró entre las muchachas y el YAGUARETÉ y apuntó con su arco y su flecha al animal. El YAGUARETÉ al ver al anciano, escapó velozmente ocultándose nuevamente entre los árboles.
El viejo cazador invitó a YACÍ Y ARAÍ a su pobre choza. Al llegar fueron recibidos por su mujer y su hermosa hija. La familia ofreció a las dos muchachas lo único que le s quedaba para comer: unos panes de maíz y luego las invitaron a descansar.
A la mañana siguiente YACÍ Y ARAÍ se despidieron agradecidas y se marcharon. Cuando se habían alejado lo suficiente, volvieron a transformarse en luna y en nube rosada del atardecer y subieron al cielo.
Desde ahí YACÍ siguió mirando al cazador, a su esposa y a su hija que con tanto cariño les habían dado de comer lo único que tenían en su humilde casa.
El viejo cazador invitó a YACÍ Y ARAÍ a su pobre choza. Al llegar fueron recibidos por su mujer y su hermosa hija. La familia ofreció a las dos muchachas lo único que le s quedaba para comer: unos panes de maíz y luego las invitaron a descansar.
A la mañana siguiente YACÍ Y ARAÍ se despidieron agradecidas y se marcharon. Cuando se habían alejado lo suficiente, volvieron a transformarse en luna y en nube rosada del atardecer y subieron al cielo.
Desde ahí YACÍ siguió mirando al cazador, a su esposa y a su hija que con tanto cariño les habían dado de comer lo único que tenían en su humilde casa.
Luego de varios días YACÍ llamó a ARAÍ y le dijo:
- Tenemos que premiar a esa familia que nos ofreció su casa y su comida.
- Lo mismo he pensado yo, respondió ARAÍ.
La luna y la nube rosada, buscaron juntas un regalo, debía ser algo muy original… por fin tuvieron una gran idea.
Una noche volvieron a la selva y mientras la familia dormía plantaron en la puerta de la choza unas semillas celestes, luego subieron nuevamente al cielo. Desde ahí YACÍ iluminó fuertemente el lugar y ARAÍ dejó caer una suave lluvia.
- Tenemos que premiar a esa familia que nos ofreció su casa y su comida.
- Lo mismo he pensado yo, respondió ARAÍ.
La luna y la nube rosada, buscaron juntas un regalo, debía ser algo muy original… por fin tuvieron una gran idea.
Una noche volvieron a la selva y mientras la familia dormía plantaron en la puerta de la choza unas semillas celestes, luego subieron nuevamente al cielo. Desde ahí YACÍ iluminó fuertemente el lugar y ARAÍ dejó caer una suave lluvia.
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