martes, 3 de diciembre de 2013

LA FAMA DEL HORNERO

Superstición de la llanura pampeana

Según nos cuenta el Antiguo Testamento, el Señor hizo el mundo en seis días, y como al cabo de los cuales se sintió cansado, el séptimo día lo destinó a descansar. Justo era este premio a su intensa e ininterrumpida labor.
En esta conducta, los hombres vieron un ejemplo, por lo cual establecieron la misma práctica para afrontar el trabajo a que obliga la lucha por la existencia.
Los días así se suceden; la mayor parte de ellos son laborables y uno sólo se destina a apreciar  la obra realizada y a rendir culto a quien rige además del curso del mundo, nuestras propias acciones.
Esto parece natural dentro de la vida de los hombres, en las colectividades humanas, pero tratándose de una avecilla, un pájaro de nuestras llanuras, el hecho causa extrañeza y admiración.
Efectivamente, este ser diminuto, de una cuarta escasa de largo, de color pardo rojizo, con el pecho más claro y la cola más encendida, elige cerca de donde vive el hombre, un lugar apropiado para construir su nido.
Puede ser la cornisa de una casa, o una horqueta en los corrales, o la rama de un árbol vecino o un poste de telégrafo.
Arquitecto singular, recuerda perfectamente el plano: la entrada más alta que ancha, a un costado; a un lado de ella, un tabique con una abertura en el fondo que comunica con el aposento, donde se ha de instalar el nido; el departamento contiguo, que conduce a la entrada, servirá para guarecerse y evitar que penetren en la vivienda, visitantes indeseables, como serían los caranchos y otras aves de rapiña, que codician sus polluelos.
La estructura externa es la más conveniente: semeja un horno de cocer pan casero; y el material a emplearse, el mismo: barro.
Nuestro diligente amigo llamado hornero, o también casero, pone manos a la obra: las jornadas no se cuentan porque no siempre empieza el trabajo en lunes, pero llegado el domingo, deja la tarea para descansar.
-          ¿Cómo, trabaja este hornero en día domingo?- dice un paisano al pasar.
-          Este es una excepción. Después de una sequía prolongada, recién ha llovido ayer sábado, y no puede demorar más tiempo en instalar su hogar. Así lo ha prometido a su compañera y debe protegerla, además, sus hijuelos deberán encontrar un tibio nido, cuando nazcan.
Y feliz con la casa terminada, ofrece en retribución de amistad con el hombre, la protección de alejar los rayos en días de tormenta.
¿A qué se debe este poder especial, en un ser tan pequeño y tan débil?
Nada podría explicarlo. Pero el hecho se ha observado y la fama le ha conferido simpatía.

La Leyenda del Ñandú

Video de la Leyenda del Ñandú